miércoles, 28 de noviembre de 2018

Satokibi batake no uta - さとうきび畑の唄

Mi vínculo con las islas de Okinawa y sobre todo con el archipiélago de Yaeyama, es fuerte e imborrable, es por ello que cuando en el especial de Sanma de este fin de semana pasado supe de “Satokibi batake no uta” (2003) decidí verla. Esta producción cinematográfica dirigida al consumo televisivo y producida por la TBS, consta de 2 episodios de una hora más o menos cada uno. Aunque la acción se produce en la isla de Naha, la más grande del archipiélago, la mayor parte del rodaje se llevó a cabo en la bella Ishigakijima, una isla más al sur y que representa sobremanera el espíritu paradisíaco y natural de Okinawa y en concreto del archipiélago de Yaeyama.
El nombre de la película esta basado en el nombre de una canción popular de Okinawa en los 60 y que aún puede escucharse en recopilatorios de música Ryukyu, “Satokibi batake”, algo así como "Maizal de cañas de azúcar" o "cañaveral de azúcar". La canción podría referirse perfectamente a la caña de azúcar, dado que no sólo está integrada en el paisaje natural de Okinawa, sino que es también una de las producciones agrícolas más importantes de las islas junto al mango, y del que se produce el conocido kurozato (黒砂糖) o kokuto (黒糖), una preciada azúcar morena que se utiliza en miles de dulces a lo largo de todo Japón. Sin embargo, el verdadero objetivo de la canción era homenajear a los muertos en la 2ª Guerra Mundial, el sonido que hacen las cañas de azúcar azotadas por el viento en verano es como se entendió que era el mejor tributo a los muertos de aquella sangrienta batalla.
Por lo referido a la película, he de decir que es dura como pocas había visto en una producción japonesa, hasta ahora las referencias que más rápidamente me venían a la cabeza sobre la guerra del Pacífico se referían más al bombardeo sobre la base americana de Pearl Harbor, y venían sobre todo de Hollywood, como “Tora! Tora! Tora!” (1970) o “Pearl Harbor” (2001). Concretando más en la batalla de Okinawa, las que me vienen a la mente ahora mismo son "Arenas sangrientas" (1949) o “Banderas de nuestros padres” (2006), y desde el bando japonés pero con producción norteamericana “Cartas desde Iwo Jima” (2006) pero sin embargo aunque intenta emocionar, no lo consigue, es mucho más perturbadora esta última de “Satokibi batake no uta”, pero no obstante queda en el recuerdo como la primera película de escala mundial que se centra en el punto de vista nipón, con un gran Ken Watanabe, "El último samurai" (2003) - "Fukushima 50"¿*? (2020). Por lo referido al cine japonés, a parte que ninguna de las que he visto de cine bélico se centra en Okinawa, la verdad es que no han llegado muchas de este género aquí, hay algunas bastante interesantes que han sido todo un éxito en Japón, como la emotiva "Los hombres del Yamato" (2005), que incluso tuvo su propio homenaje en Shin chan, "Eternal Zero" (2013) que se centraba en los pilotos de los famosos aviones Zero, que alcanzaron gran popularidad en occidente tras la película de "Pearl Harbor" antes mencionada, "El Almirante Yamamoto" (1968) como su versión de 2011, donde la acción giraba entorno al personaje histórico de Isoroku Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa, o incluso la kafkiana "Watashi ha kai ni naritai" (2008), algo así como "Me gustaría reencarnarme en un molusco", una historia desgarradora que giraba en torno a un injusto fallo judicial de los tribunales de guerra americanos tras el fin de la guerra. Sin embargo la mayoría de películas japonesas centradas en la 2ªGM que han llegado aquí, se han centrado más en las experiencias personales de ciertos personajes que viven el conflicto desde la distancia, como en “Veinticuatro ojos” (1954) o en “Kabei, nuestra madre” (2008). Aún así, tras todo esto, tengo pendiente de ver una de las obras de referencia de este genero a nivel japonés, como es "El día más largo de Japón" (1967) y su versión de 1982, la de 1967 contó con gigantes de la época más dorada del cine japonés como Toshiro Mifune, Rashomon (1950) - "Yojimbo" (1961), Chishu Ryu, "Cuentos de Tokyo" (1953) - El sabor del sake (1962), o Takashi Shimura, "Vivir" (1952) - Los siete samurais (1954). Punto y a parte es el terreno del Anime, donde uno puede encontrarse una de las películas más cruentas sobre este conflicto mundial de la mano del Studio Ghibli, “La tumba de las luciérnagas” (1988) que se centra en el bombardeo atómico sobre Hiroshima. Otra que suelen destacar también es “En este rincón del mundo” (2016), pero al verla no me pareció tan buena como decían.
Ya centrándome en “Satokibi batake no uta”, he decir que se merecen más que de sobra las más de dos horas de metraje de que consta la película, es difícil mantenerse imperturbable mientras uno es testigo de los terribles acontecimientos que se van sucediendo. El personaje que interpreta Sanma, un cómico famoso de la tv japonesa, puede resultar exagerado, pero analizando bien que es una producción televisiva, un personaje así no desentona tanto, e incluso queda bien. Me recordó mucho al que interpretó Roberto Benigni en “La vida es bella” (1997). Otra cosa a destacar, que a pesar de referirse a un capítulo oscuro en la historia de Japón, no intenta hacer pasar un discurso nacionalista por en medio, todo lo contrario, mantiene una postura cruel pero fiel a la realidad de aquel conflicto, como puede comprobarse en algunos libros históricos de aquella cruenta guerra del Pacífico, como “La caída de Japón” de William Craig o “Némesis” de Max Hastings.
APÉNDICE HISTÓRICO
A pesar que después de visualizar películas como “Cartas desde Iwo Jima” o la misma “Satokibi batake no uta” parezca que la invasión de Okinawa fue un puro trámite para el ejército estadounidense, la realidad fue radicalmente diferente. Alrededor de 1930 los tentáculos del imperio japonés ya comenzaron a expandirse por toda Asia oriental, un anhelo imperialista que había empezado a fraguarse intelectualmente al inicio de la Restauración Meiji (1866-1869), por personajes influyentes, sobre todo del dominio de Choshu, como Yoshida Shoin o Takasugi Shinsaku, y que tenían como objetivo contraponer el poderío occidental en la región. A principios de 1940, Japón contaba con la flota naval más imponente del Pacífico, que le había permitido ser el gran dominador no sólo de parte del continente más oriental sino también a lo largo de todo el Océano, desde las mismas Filipinas, pasando por el sudeste asiático, y hasta incluso llegar las islas Salomón. El cine está repleto de está huella histórica que fue dejando el imperio japonés a su paso, como con películas como: "El puente sobre el río Kwai" (1957), "La delgada línea roja" (1998) o "Nanking: Ciudad de vida y muerte" (2009).
Sin embargo, la entrada de Estados Unidos en el frente del Pacífico tras el bombardeo de Pearl Harbor cambia por completo el dominio en la región. No solamente porque contaba también con una flota tan envidiable como la japonesa, sino que también debido a dos aspectos que luego resultaron fundamentales en el devenir de los acontecimientos, como fue el uso de portaaviones en detrimento de acorazados, cruceros o destructores, tanto fue así que en el ocaso del conflicto la marina estadounidense incluso daba más prioridad a pequeños portaaviones que a grandes navíos de guerra, que resultaban del todo estériles si no disponían de cobertura aérea, como sucedió con el Yamato. Y el otro punto crucial fue el uso de radares, una tecnología que a pesar de que en aquella época estaba en sus inicios de desarrollo, al final resultó ser más efectiva, que las vanguardias de cazas japoneses que oteaban potenciales objetivos.
A principios de 1945, Japón ya había perdido gran parte de su imperio, y se centraba solamente en defender suelo del archipiélago japonés de la mejor manera posible. En abril de ese año comenzó la batalla de Okinawa, que resultó clave en el conflicto, y aceleró los acontecimientos que propiciaron la rendición de Japón. Conquistando Okinawa, Estados Unidos tenía suelo cercano desde donde bombardear masivamente Japón, y no depender ni de portaaviones, ni de islas mucho más lejanas como las Marianas o Guam, desde donde enviar bombarderos B-29 en arriesgados largos viajes. No obstante la conquista de Okinawa no resultó nada fácil, al igual que todo el mundo conoce la palabra Kamikaze, usada para describir los aviones suicidas japoneses que se abalanzaban contra sus objetivos, este tipo de acción no deja de ser una de las pautas a seguir del código ético del Bushido, o conocido también como el camino del guerrero, que aparece por primera vez como código de honor durante el Shogunato de Toyotomi Hideyoshi (1582-1598), para acabar estableciéndose definitivamente durante la posterior etapa Edo (1603-1868), y donde se establecía dentro de las diferentes reglas de las que se componía que el samurai había de luchar hasta última instancia por su señor y aceptar la muerte aunque fuese en forma de sacrificio sin recompensa. Al fin y al cabo este código fue creado para mantener mentalmente ocupados a los samurais que tras una época de guerras constantes, Era Sengoku (1467-1590), se enfrentaban a la ociosidad de la paz, y además para evitar las continuas traiciones que se habían ido dando hasta la consolidación de la era Edo. En la cultura popular la máxima representación del Bushido se puede encontrar en la obra teatral de "Los 47 Ronin" (1748), o conocida en Japón como "Chushingura", que ha tenido multiples versiones cinematográficas, como en 1928, 1958, o la que la popularizó en occidente en 1962, y que como no podía ser de otra manera también fue homenajeada en Shin chan. Pero volviendo al tema en cuestión, contextualizando con la época de dichos acontecimientos, era luchar hasta morir por el Emperador, por Japón, o por la familia, el motivo no era tan importante si el resultado era el sacrificio final. Esto por supuesto, en aquel conflicto era desconocido por el ejército americano y sus aliados, acostumbrados sobre todo a que el enemigo arrinconado optase por lo general por la rendición. El balance de bajas para Estados Unidos en la conquista de aquel diminuto terreno perdido en el Pacífico fue tan elevado que el mismo Presidente Truman sopesó el riesgo en vidas americanas que supondría intentar una conquista por tierra de territorio japonés a la usanza del frente europeo. Es ese momento que al Japón rechazar los términos de su rendición según lo acordado en la Declaración de Postdam, que Truman echa mano del Proyecto Manhattan.

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